Apreciados Amigos,
Un cordial saludo.
De vez en cuando les estamos informando sobre temas que competen con las Energías Renovables y naturalmente con nuestro Medio Ambiental.
Estos artículos son tomados de revistas, periódicos o publicaciones de expertos en la materia.
Por lo tanto siempre daremos el origen de estos artículos respetando su autor.
Cambio climático: hacia un nuevo modelo de negocio
eléctrico
Quedan pocos días para que
comience la Cumbre de París sobre Cambio Climático 2015 que va a coincidir con
las elecciones generales en España. Mientras a lo largo de 2015 han proliferado
por todo el mundo los objetivos más ambiciosos de reducción de emisiones para
las próximas décadas, en nuestro país los gases de efecto invernadero no están
ni en la agenda económica ni en la agenda política.
España va a llegar a la cumbre del clima con un bagaje lleno de decisiones que
apuntan a una economía más carbonizada. La ley de hidrocarburos, las ayudas al
carbón, la retroactividad y la moratoria renovable, las restricciones al
autoconsumo, los proyectos de expansión de GNL o los incentivos al mayor
consumo de energía son algunos de los rasgos que definen la política energética
de los últimos años. Tampoco en los documentos de planificación aparece el CO2
como factor a considerar, como puede verse en la estrategia de rehabilitación
energética de edificios o en el plan nacional de eficiencia energética enviados
a Bruselas en 2014.
La ley 24/2013 estableció el principio de la sostenibilidad económica del
sistema eléctrico como principal objetivo. En realidad se trata de garantizar
los ingresos del sector eléctrico, estableciendo la revisión automática de
peajes y el cargo del déficit a generadores y consumidores como método para
conseguirlo. Lo primero y determinante es la sostenibilidad económica y la
ambiental es secundaria. Por eso los organismos de medio ambiente carecen de
competencias en energía.
En el fondo, se trata de asegurar los ingresos a un modelo energético de oferta
que desde el siglo pasado ha repetido varias veces el mismo ciclo: inversiones
muy por encima de la demanda, endeudamiento, cambio regulatorio para recuperar
liquidez y vuelta a empezar. Desde la moratoria nuclear de 1984, los costes de
transición a la competencia de 1998 y el artificio contable del déficit de
tarifa de 2002 y 2009, la historia no ha dejado de repetirse sin ninguna
transparencia. Falta asumir la sobrecapacidad gasista, tan bien descrita en el
RD 13/2012 que paralizó las inversiones en infraestructuras de gas por
innecesarias.
Muy lejos queda la prioridad que la Comisión Europea ha establecido para
descarbonizar la economía promoviendo la generación distribuida y la
participación activa de los consumidores. Por el contrario, todas las reformas
que se han sucedido desde 2008 en España han intentado retrasar la transición
hacia un modelo menos intensivo en hidrocarburos y orientado al consumidor.
La prospectiva que ha realizado PwC sobre el cambio climático en España para
2033 llega a la conclusión de que “con las políticas actuales las emisiones de
CO2 crecerán hasta un 83% y el único escenario en el que se reducen las
emisiones supone incrementar la potencia instalada de renovables de 33 GW a 83
GW a través de la generación distribuida, edificios de consumo casi nulo y
electrificación del transporte, sin nucleares ni las térmicas más
contaminante”.
Las observaciones de los informes de la CNMC a las ayudas al carbón, al decreto
de autoconsumo o a la falta de competencia en el sector eléctrico son más
coherentes con los objetivos europeos. De la misma manera que las advertencias
de la AIE para que en España se hable bien de las renovables y de los
beneficios que aportan al sistema, incluyendo el empleo.
El modelo centralizado de oferta está agotado y es imprescindible caminar hacia
un modelo de negocio eléctrico orientado a la demanda si de verdad se quieren
afrontar los retos del cambio climático. Es el modelo que describen las directivas
europeas de renovables de 2009, eficiencia energética de edificios de 2010 y de
eficiencia energética de 2012. El edificio de consumo de energía casi nulo y la
movilidad eléctrica se vinculan al autoconsumo, al almacenamiento y a la
generación distribuida, que es convertir cada centro de consumo en un centro de
generación.
El desarrollo
de este nuevo modelo de negocio eléctrico establece tres nuevas prioridades:
• La eficiencia energética como fuente de energía que ha de competir en
igualdad de condiciones con el resto de fuentes. Supone la medición tanto de
los consumos de energía como de las emisiones y la rehabilitación de edificios
y la electrificación del transporte como actuaciones clave.
• La participación de los consumidores en el mercado eléctrico como generadores
y parte activa en la gestión de la demanda. El acceso a los servicios
energéticos y la interacción con su contador dan al consumidor la libertad de
elegir la energía que quiere consumir.
• El incremento de la competencia como hecho más relevante que identifica la
transición de un modelo energético centralizado a otro descentralizado. Con más
competencia bajan los precios.
De la misma manera que el fraude en el control de las emisiones de Volkswagen
va a acelerar la implantación del vehículo eléctrico, el CO2 va a obligar a
cambiar el modelo eléctrico convencional. Cuanto más se tarde, peor.